EL CAMINO HACIA MI CERTIFICACIÓN PMP
Me apasionan los proyectos, porque siempre generan algo único y es el reto y satisfacción de crear un producto, un servicio o un resultado, con la ayuda del esfuerzo de todo el equipo, esto es inmensamente gratificante.
Por aquellos azares del destino, mi primer empleo en 1992 fue como “Ingeniero de Proyectos” en una empresa transnacional alemana que se dedicaba a las telecomunicaciones. La realidad es que mis estudios universitarios de Ingeniería Eléctrica de aquellos años, me habían preparado para muchos retos, pero el entorno de la vida de proyectos era algo totalmente nuevo para mí. Me atrapó desde el primer día, y marcó mi vida personal y profesional desde entonces.
Con el tiempo mi rol fue evolucionando y eventualmente empecé a tomar más responsabilidades, hasta llegar a liderar pequeños proyectos. Fue en esa época que la compañía, que ya había adoptada la cultura de Proyectos hacía varias décadas, me envió a mi primera capacitación formal en la Gestión de Proyectos. Por políticas de la empresa, yo no podría liderar proyectos más grandes que los que había llevado hasta esa fecha, mientras no obtuviera una certificación interna que garantizara, que entendía correctamente los principios de la Dirección de Proyectos adaptados tal y como los entendía la multinacional. Fue cuando tuve mi primer encuentro con el Project Management Institute, en la que por algún motivo, el instructor brasileño que nos impartía el curso-taller colocó tres letras después de su nombre cuando se presentó a sí mismo. Las letras eran PMP y no les presté mucha atención en ese momento, pues me concentré en comprender el arte y ciencia de balancear el alcance, el tiempo y el costo, sin olvidarse de la calidad.
Con el correr de los años comencé a liderar proyectos más grandes y complejos, la certificación de la compañía se convirtió en una llave que me permitió abrir muchas puertas y escalar en la organización de la multinacional. Llegué a estar eventualmente a cargo de todos los Directores de Proyectos de la empresa en Centro América. Mi mundo giró, y tras una serie de fusiones y reorganizaciones, la empresa de mi primer empleo, decidió retirarse de Centro América y tras tomar, con mi familia, la decisión de no aceptar una relocalización hacia México, me tocó redescubrir el mundo laboral fuera de la multinacional.
El mundo allá afuera era distinto, sin embargo, los proyectos eran los mismos y siempre tenían las mismas características y curiosamente, las técnicas aprendidas de tantos años funcionaban igual. Mi segundo empleo no tenía ningún programa de certificación interna, pero lo que pareciera una debilidad, más bien era una fortaleza e hizo que tuviera mi segundo encuentro con el PMI y las tres letras del instructor que ya casi no recordaba. Mi nueva empresa, establecida en Costa Rica no se complicaba creando algo propio y desde cero, simplemente decidió adoptar el estándar del PMI que era una organización sin fines de lucro fundada en Estados Unidos en 1969, que formula estándares y busca hacer crecer y fomentar la gestión de proyectos como profesión. Esto lo hace por medio de su programa de certificaciones y la más reconocida en nivel mundial es la certificación PMP (Project Management Professional).
Para poder optar la acreditación es necesario tener al menos 4500 horas de experiencia liderando proyectos y al menos 36 horas de capacitación formal en gestión de proyectos. Ambos requisitos en mi caso estaban cumplidos, por lo que siguiendo ejemplo de muchos colegas ticos decidí emprender el camino de la certificación. En ese año, 2011, en Costa Rica había más de 200 personas certificadas PMP, en El Salvador no llegábamos a 15.
La primera decisión clave en mi ruta hacia certificarme fue buscar un grupo de estudio. Mis proyectos me dejaron muchas experiencias, pero también muchos colegas que con el tiempo se convirtieron en muy buenos amigos con los que compartíamos muchos intereses. Formamos un grupo de cinco personas, aunque no teníamos muy claro como comenzar, teníamos todos grandes propósitos de sacar adelante el reto y alcanzar la certificación. Hace cinco años en El Salvador, no conocíamos a nadie a quien preguntarle cómo podría ser un plan de estudios eficaz; tuvimos que basarnos en la información disponible en foros en internet y de la experiencia de colegas de otras latitudes. Aunque existen varios caminos para prepararse para el examen, el nuestro se basó en la lectura comprensiva del PMBOK, la Guía de Fundamentos de la Gestión de Proyectos del PMI, leíamos un capítulo a la vez en forma individual y luego nos reuníamos a practicar y a responder preguntas sobre los capítulos ya estudiados. El mayor valor de la dinámica era cuando una parte del grupo fallaba y otra respondía correctamente. Los que acertaban tenían que explicar a los demás cual había sido su lógica para concluir cual era la respuesta correcta. Aprendíamos más cuando más fallábamos.
Al principio, practicamos responder correctamente sin preocuparnos por un límite de tiempo, pero a medida que las semanas pasaban, comenzamos a ponernos retos de responder más rápidamente, pues después de todo el examen era de 200 preguntas que se debían responder en menos de cuatro horas; es decir, se contaba con un minuto y 12 segundos para responder cada pregunta. Los simuladores son claves, pues se configuran en modo de estudio, pueden practicarse áreas específicas y se da retroalimentación sobre qué debe reforzarse y en qué ya se está razonablemente preparado. Luego de tres meses de estudiar en grupo, nos enfocamos en la recta final hacia el examen y suspendimos los estudios en grupo. Todos nos enfocamos ya de forma individual a practicar con los simuladores hasta obtener al menos una nota de ocho sobres 10 en todas las áreas examinadas, para poder declararse listo para tomar el examen o al menos, así lo recomendaban los foros consultados.
Algo que no mencioné es que en 2011 no había otra forma de tomar el examen salvo por medio de computadora, en un centro especializado aprobado por el PMI; el más cercano está en Guatemala, pero de fácil acceso por tierra desde El Salvador. Una barrera mental es el proceso de documentar la experiencia, que es un poco engorroso y está sujeto a una posible auditoría. Muchas personas que conozco lo consideran el punto más difícil; sin embargo, es algo en donde es posible pedir ayuda sobre cómo hacerlo. Lo realmente difícil es estudiar y comprender la lógica de la gestión de proyectos, para esto último se está solo frente a la computadora y no se puede pedir ayuda a nadie. El examen no es fácil, claro que no lo es, de cinco personas de mi grupo, tres nos certificamos; no obstante, sí es posible superarlo y la satisfacción de ver la notificación de aprobación, luego de finalizar, es espectacular.
Mi certificación PMP a diferencia de la certificación interna de mi primer empleo, me abrió puertas en todas partes, no sólo en una empresa. El PMI tiene una frase que promociona mucho y que yo comparto 100%. “Cosas buenas pasan cuando te involucras con el PMI”. Así es, efectivamente.